Escritores de la libertad (2007) basado en un hecho real, un cambio gracias a la dedicación de la profesora Erin Grumwell.
Para tod@s aquell@s que creen en la educación como motor del cambio y luchan por ello....
Si la película me encantó, más me impresionó el libro, pues es una historia real de no hace mucho tiempo que ocurrió e Long Beach, cerca de Los Ángeles en EEUU. Este libro aparece como consecuencia de un diario escrito por unos adolescentes que contaron con la suerte de tener a una profesora que miraba y creía en ellos....
Dejo aquí un pequeño trocito de este maravilloso libro, el único que se ha traído a España, los demás aún ni siquiera llegaron en inglés... Este libro es un recopilatorio de las vivencias y progresos de los alumnos y de los pensamientos en diferentes etapas de la profesora. Aquí un pequeño fragmento de una reflexión de un alumno tras una actividad....
Diario 18
Este juego es estúpido.No soy un cacahuete. ¿Y qué mierda tiene que ver la paz mundial con los cacahuetes?...¿Cuál era el mensaje? Hoy, la señorita Grumwell y yo no estábamos en el mismo continente...
...ante mis propios ojos, los cacahuetes se convirtieron en ser seres humanos. Bajos, altos, gordos, delgados, pero en definitiva cacahuetes. Siendo así, ¿por qué nos preocupamos por la piel del cacahuete, pero sí matamos por el color de la piel de una persona?
Cuanto más pienso en ello, más me abruma la idea.Lo analizo y empiezo a proyectar sobre mi vida lo que he descubierto, mis numerosos encuentros con la injusticia y la discriminación. Resulta raro, entre irónico y absurdo, pensar que algunas personas no se corten en etiquetar y juzgar a los demás a los otros, y que, por otro lado, no tenga nada que decir sobre los cacahuetes. Creo que es uno de los mayores descubrimientos que he hecho en mi vida. La palabra paz es solo un sueño porque la gente no quiere admitir que ellos y los otros son tan simples como cacahuetes. No aceptamos que el verdadero color de un hombre es el color de su corazón, de sus convicciones y de su valía. No le dejamos ser un cacahuete, del mismo modo que no nos permitimos a nosotros mismos vivir en paz.
